Autor: JuanCarlosEP

  • ¿Por qué se pierde la Fe? ¿Por qué se pierde el rumbo de la Vida?

    ¿Por qué se pierde la Fe? ¿Por qué se pierde el rumbo de la Vida?

    ¿Por qué perdemos la FE? ¿Por qué perdemos el rumbo de la vida? Dos preguntas profundas que queremos meditar el día de hoy. Seas joven, o tengas muchas vueltas al sol, este video te servirá de reflexión.

    ¡No lo dudes y asístelo!

  • ¿Cuánto vale una Misa?

    ¿Cuánto vale una Misa?

    La realidad del mundo material es que todo cuerpo, además de dimensiones, posee un peso específico y medible.  Incluso, existen varias unidades de medición que nos dan noción de la consistencia del objeto como son  libras, kilogramos, etc. 

    Pero, cuándo queremos medir algo espiritual, ¿cómo lo hacemos? ¿Hay alguna unidad de medida que podamos usar? 

    Entonces, ¿cómo medir el VALOR de una Santa Misa? 

    En el video de hoy te traemos la respuesta.

  • Ostensorios Vivos

    Ostensorios Vivos

    Hna. Jeniffer de Jesus Exposto Santana

    Una luz tenue en el interior del recinto sagrado invita a la intimidad con Dios, en el recogimiento y la oración. No me refiero a ninguna gran basílica, sino a la acogedora capilla lateral, donde se puede adorar a Jesús en la hostia consagrada, expuesta en el ostensorio.

    Todo el lugar se encuentra en penumbra; sólo el Santísimo Sacramento está iluminado. Llena de reverencia, la Iglesia eleva sus alabanzas en el himno gregoriano Adoro te devote: «Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente bajo estas apariencias. A ti se somete mi corazón por completo, y se rinde totalmente al contemplarte».

    Los objetos litúrgicos de ese sitio se armonizan con el ambiente, glorificando, cada uno a su modo, al «Pan vivo que da vida al hombre», conforme canta la secular melodía. Analicemos, sin pretender desviar la atención de lo principal, que es Nuestro Señor Jesucristo, uno de ellos.

    Concebido únicamente para exponer la sagrada especie durante los momentos de vigilia, el ostensorio actúa como «guardia de honor» de la Eucaristía, custodiándola en un dignísimo entorno mientras los católicos le dedican actos de fe, amor y confianza. Por su importante función, la piedad quiso fabricarlo con metales valiosos: a veces el oro fino o la plata pura son la materia prima de su estructura. Representaciones de ángeles o de los doce Apóstoles pueden adornar la pieza, transformándola en una auténtica obra de arte. Las piedras preciosas, sin duda, adquieren destaque, al celebrar con su belleza al Rey del universo.

    También podríamos resaltar los rayos o la lúnula que soporta el viril con la forma consagrada. Sin embargo, me gustaría destacar el vidrio o cristal cilíndrico, cuya transparencia permite que nuestra mirada pose sobre la Sagrada Hostia. Posee cierta dignidad material, pero su simbolismo va más allá de cualquier valor pecuniario.

    El cristal permanece muy cerca de Jesús Hostia, lo envuelve y protege. Es indispensable mantenerlo siempre limpio y translúcido para que el adorador venere, bajo el velo de la fe, a aquel mismo Mesías que, durante su vida terrena en Israel, curó a enfermos, consoló a afligidos, afianzó a débiles, resucitó muertos, castigó a los malos, expulsó demonios, enseñó la verdad, derramó su sangre, destruyó a la muerte, redimió a la humanidad.

    Nuestra mirada, no obstante, atraviesa el cristal y no siempre lo nota. A lo sumo, el reflejo de la luz nos recuerda su existencia. Está ahí para cumplir un designio, sin preocuparse por ser admirado; no busca atenciones, su objetivo es únicamente proteger y manifestar la Hostia mientras se le dedican actos de culto.

    ¿Tendrá este hecho alguna aplicación para nuestra vida espiritual?

    En una de sus poesías, Santa Teresa del Niño Jesús aseguraba: «Por su presencia, soy una custodia viviente».1 En efecto, el bautizado en estado de gracia tiene a Dios habitando y actuando en su alma. En estas condiciones, al igual que el pulido cristal del ostensorio, se convierte en un modelo para sus demás hermanos en la religión, revelándoles a Nuestro Señor Jesucristo mediante el buen ejemplo de la virtud. Cuando el Altísimo actúa en su interior, será este mismo autor del bien el que los otros verán y glorificarán en él.

    Tanto en la Eucaristía como en el alma de los justos, adoramos a Dios oculto. Por eso, el himno eucarístico indicado más arriba concluye con una confiada súplica: «Jesús, a quien ahora veo oculto, te ruego que se cumpla lo que tanto ansío: que al mirar tu rostro cara a cara, sea yo feliz viendo tu gloria. Amén».◊


    Notas


    1 SANTA TERESA DE LISIEUX. The Poetry of Saint Thérèse of Lisieux. ­Washington, DC: ICS, 1996, p. 286.

  • El diario de un grano de trigo

    El diario de un grano de trigo

    Hna. Lorena Mello da Veiga Lima, EP

    15 de junio 2022

    ueridos amigos, hoy deseo contaros la historia de mi vida. Me llaman trigo, al igual que los innumerables miembros de mi familia.

    Todo empezó cuando yo era una semillita: un sembrador me plantó con mucho cariño en un inmenso campo y fue siguiendo mi crecimiento. Mis primeros recuerdos son los de aquel campesino cuidándonos a mí y a mis hermanos, también simientes.

    Sin embargo, creedme: ¡nuestro desarrollo no fue nada fácil! Hubo un momento en el que casi acabamos ahogados en medio de lluvias torrenciales; en otra ocasión, una horrible sequía estuvo a punto de extinguirnos. Pero en todas las aflicciones el cauteloso agricultor estaba a nuestro lado, esforzándose por salvarnos.

    El tiempo fue pasando y surgió entonces una prueba peor: descubrimos que entre nosotros había intrusos. Sí, ¡intrusos! La maldita cizaña que pretendía perjudicar nuestra misión. Una de esas espigas nos dijo una vez:

    —¡Jamás, granos de trigo, os convertiréis en alimento! ¡Nos hemos introducido en este campo para arruinar la cosecha!

    Indignado, le respondí:

    —¡Estáis locas! El labrador nunca permitirá esa maldad; percibirá quienes sois e impedirá tal crueldad.

    —¡Jajaja! ¡Cuánta ignorancia! —replicó el adversario—. ¿No ves cuánta similitud hay entre nosotros? Ni siquiera se dará cuenta de que somos diferentes.

    No entendía cómo alguien podía ser tan ruin y le pregunté:

    ¿Por qué tienes tan malas intenciones?

    Y, horrorizado, le escuché decirme estas palabras:

    Porque envidio y odio el amor que el agricultor tiene por vosotros. Por eso no permitiré que os convirtáis en plantas adultas, aptas para la alimentación.

    No sabía cómo contestarle. ¿Cómo era posible que alguien odiara los planes que aquel campesino tenía con respecto a nosotros?

    Fue en esa circunstancia cuando descubrí que nuestro cultivo estaba destinado para la nutrición humana. ¡Qué extraordinario! Habíamos sido llamados para esto: alimentar. No obstante, tengo que aclararos, queridos amigos, que esa era mi idea en el pasadoahora, en el momento que narro mi vida, soy consciente de que he de realizar esta misión de una manera más elevada, ¡infinitamente más alta!

    Estábamos preocupados por saber si el labrador reconocería la invasión enemiga en nuestro campo. Le rezábamos a la Virgen pidiéndole su ine­fable auxilio en esa difícil situación. Cuando él nos visitaba parecía que no notaba la presencia de la cizaña. Íbamos creciendo atemorizados junto a aquellas traidoras. Hasta que llegó el tiempo de la cosecha.

    El día señalado, no apareció nuestro señor, sino uno de sus operarios. Este hombre sería quien haría la siega… Muchos de nosotros sollozaban, pensando que no nos distinguiría de la cizaña. Pero algo en mi interior me inspiraba palabras de confianza y de paz: «El agricultor nos salvará». Reconfortado por esta sensación traté de motivar a los demás en esa misma certeza. Gracias a la intercesión de María, todos recuperaron la valentía, animándose mutuamente. Y fuimos cortados de la tierra.

    Nos recogieron, cizaña y trigo, y nos llevaron a otro sitio. ¡Allí estaba esperándonos nuestro buen campesino! Nos congratulamos muchísimo de volver a verlo, sabiendo que en él se hallaba nuestra salvación. ¡Y, oh alegría, él fue quien nos separó de los enemigos! Fueron arrojados al fuego, desesperados al contemplar cómo se frustraban sus planes.

    A nosotros nos agruparon en haces y nos enviaron a otro sector. Esa fue la última vez que vimos a nuestro sembrador y agricultor. A pesar del dolor que esto significaba, nos sentíamos satisfechos, porque sabíamos que nos destinaba a un futuro prometedor.

    Nos llevaron a un lugar en el que tuvimos que sufrir mucho. Y yo que pensaba que lo peor de nuestra existencia ya había pasado, pero no era así: ¡estaba a punto de suceder! Gente que no conocíamos nos tostaron y nos trituraron. ¡Dios mío, cómo dolía! A continuación, nos mezclaron con agua, lo que hizo que nos transformáramos en una masa blanquecina.

    También había allí unas máquinas enormes y extrañas. En ellas nos echaron y nos comprimieron en una placa para horno, bajo un calor extremo, hasta formar varios discos de harina.

    Estuvimos una noche entera apilados, sin entender qué nos estaba pasando. A la mañana siguiente, las mismas personas que trabajaban con aquellas máquinas nos llevaron a otro tipo de equipamientos, que lanzaban vapor sobre nosotros.

    En medio de tanto martirio, sin atinar con el motivo de ese proceso, lo único que hacíamos era rezarle a Dios continuamente.

    Después de largas horas, estábamos bastantes húmedos. Luego nos pusieron en una tercera máquina, cuya función era cortarnos en círculos más pequeños. ¡Fue una horrible sucesión de torturas!

    Finalmente nos guardaron en un tarro. Nadie sabía qué estaba ocurriendo.

    Únicamente nos consolaba un hecho: estábamos todos juntos unidos más que nunca… ¡por no decir que éramos uno solo!

    Cuando nos dimos cuenta… ¡ya éramos pan! Aunque un pan diferente, no de esos corrientes que se encuentran en las panaderías.

    Pasamos unos días de mucha expectación. ¿Qué sucedería con nosotros? Sabed, amigos míos, que el dolor de la espera es tremendo. Hasta que una mano misteriosa nos sacó de nuestro recipiente: era un monje que estaba preparando el material para la santa misa.

    En ese mismo momento es cuando os estoy contando la historia de mi vida. ¡Somos hostias destinadas a la consagración! Para esto fuimos sembrados. ¡Cuánta emoción! No sé cómo contener las lágrimas… ¡Adiós, amigos!

    *     *     *

    Aquí terminan las palabras del piadoso grano de trigo. Ahora otra letra, escrita en oro, marca estas líneas:

    Soy el ángel que cuidó del trigal y fue observando la existencia de ese grano de trigo, cuya narración deseo terminar.

    Cuando el sacerdote formuló las palabras de la transubstanciación, aquel trigo dejó de existir, quedando sólo su apariencia. Ya no era pan, sino Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo. Yo protegí esos granos, para que un día pudieran ser partícipes de este sublime milagro.

    Sabed, queridos lectores, que en la vida humana también sucede algo similar. Podéis pasar por innumerables dificultades y luchas, pero tened confianza en el Dios que os ha creado y en la Madre de misericordia. Ellos tienen altísimos designios para vosotros. Estáis llamados a la santidad heroica; por tanto, no os desaniméis nunca, porque os está destinado un gran premio, si perseveráis hasta el final. ◊

    Hna. Aline Karolina de Souza Lima, EP

  • El milagro eucarístico de Lanciano

    El milagro eucarístico de Lanciano

    El Hno. Sebastián Cadavid, EP narra la historia de una esposa que – en el afán de recuperar su matrimonio – roba una hostia consagrada para un rito de brujería.

    Pese su mal acto, lo que pasó después fue algo increíble. ¡Descúbrelo asistiendo este video!

  • La loca del Sacramento

    La loca del Sacramento

    Hna. Mónica Perezcanto Sagone

    Alo largo de la Historia, Dios suscita almas especialmente amantes de la Eucaristía que enriquecen el Cuerpo Místico de Cristo con su ejemplo. Sí, porque la Iglesia no es como un museo que tan sólo conserva la excelencia en la cual fue constituida por su divino Fundador, sino una sociedad viva que constantemente da nuevos frutos.

    Hace poco más de quinientos años, fulguraba una de esas almas, y no precisamente en el interior de un convento o en el ejercicio de un ministerio eclesiástico. De las filas del laicado, y sin que las pesadas responsabilidades temporales cohibieran su dedicación a la Iglesia, destacó una dama de la nobleza castellana: Teresa Enríquez de Alvarado. ¿Quién fue ella?

    En la corte de los Reyes Católicos

    Teresa Enríquez de Alvarado nació en 1450. Era prima hermana del rey Fernando el Católico e íntima amiga de la reina Isabel de Castilla. Contrajo matrimonio con don Gutierre de Cárdenas, contador mayor del reino y alcalde mayor de Toledo. Tuvo cinco hijos, de los cuales tres fallecieron siendo aún niños. La familia vivía en la corte, ya que el cargo que ocupaba don Gutierre era de bastante responsabilidad.

    Rodeada de riqueza y de lujo, Teresa supo mantenerse en completo desapego de los bienes terrenales. Deseaba servir a Dios, sin escatimar esfuerzos para ello: ordenó la construcción de conventos, hospitales y capillas; ayudó pródigamente a los pobres y a los enfermos; se dedicó a la educación de sus hijos, enseñándoles prácticas de piedad y de caridad.

    Sin embargo, elevándose todavía más, fue principalmente la presencia real del Señor en la Eucaristía lo que cautivó su corazón.

    Abrasada de amor por la Eucaristía

    Desde su infancia, Teresa aprendió de su abuela paterna, mujer virtuosa y seria, la devoción y el respeto que se le ha tener al Santísimo Sacramento. Con el paso de los años, fue creciendo no solamente en estatura, sino sobre todo en un ardiente amor por el Señor en este sublime misterio.

    Comulgaba regularmente —en una época en la que no era costumbre hacerlo— y encontraba tiempo, en medio de sus obligaciones de la corte y obras de caridad, para pasar largas horas ante el sagrario. Cuando murió su tercer hijo, Teresa se aferró aún más al Cielo, conformándose con la voluntad de Dios, y al pie del tabernáculo halló consuelo y fuerzas para seguir adelante.

    Ella misma molía el trigo y amasaba la harina para la confección de las hostias que después serían consagradas en el altar. Además, fundó cofradías sacramentales que se extendieron por muchos lugares, impulsando notablemente la adoración eucarística.

    La finalidad de esas hermandades era promover el esplendor en el culto a Jesús Sacramentado, garantizando el cuidado de los sagrarios, custodias y vasos sagrados, el orden y disposición de los ornamentos sacerdotales y el ajuar del altar, así como la digna organización en el traslado procesional del viático llevado a los enfermos. Las cofradías contaban con personas que verificaban e informaban a la autoridad competente cómo se veneraba la Eucaristía en los distintos lugares, a fin de garantizar que todo fuera realizado con la sacralidad propia a honrar al Pan del Cielo.

    Teresa trabajaba para que el culto eucarístico no fuera únicamente un privilegio de los espacios sagrados, sino que tuviera influencia en la vida civil y cotidiana. Instituyó una especie de tendencia nueva, que ganaba fuerza al soplo de la Contrarreforma. De modo que mientras estaban los que se dedicaban a justificar el dogma eucarístico refutando doctrinariamente los errores, ella lo afirmaba en el terreno de las tendencias, poniendo una nota de grandeza, belleza y buen gusto en todo lo que se relacionara con el Santísimo Sacramento.

    Abrasada de amor por la Eucaristía, deseaba que Jesús Hostia fuera adorado y respetado, dando a todos ejemplo de fervor. Tan apasionada se mostraba en ese empeño que el Papa Julio II la llamó «la loca del Sacramento», como aún es conocida en España.

    Esta noble dama también era una gran devota de Nuestra Señora. Al comienzo de su testamento escribió: «En nombre de la bienaventurada Virgen gloriosa Santa María, […] a quien yo tengo por Señora y por Abogada en todos mis hechos y ahora, con devoto corazón, me ofrezco por su esclava y servidora y le ofrezco mi alma».1

    Devoción desinteresada hasta la muerte

    Dispuso que el día de su fallecimiento, ocurrido en 1529, los actos fúnebres de su entierro fueran sencillos, prohibió que se hablara sobre ella y mandó que el sermón se hiciera en honor del Santísimo Sacramento, lo cual manifestaba con mayor evidencia que todo cuanto había hecho en esta tierra no había sido más que por un amor puro y desinteresado para con Nuestro Señor en la Eucaristía.

    El proceso diocesano de su beatificación ha sido concluido recientemente en la archidiócesis de Toledo, en cuyo territorio está situada Torrijos, localidad donde residió los últimos años de su vida.

    Su cuerpo se conserva incorrupto y descansa en el monasterio de las Concepcionistas de esta última ciudad, convirtiéndose este hecho en una prueba para nosotros de cómo una vida recta, devota y compasiva atrae la benevolencia del Creador.

    Donde esté tu tesoro, allí estará tu corazón

    Se engaña el que piensa: «Es muy fácil llevar a cabo grandes empresas cuando se tiene prestigio social, buenas relaciones y una considerable fortuna». Lo que define el éxito en el emprendimiento de una obra es su elevada finalidad y la virtuosa intención de quien lo realiza y no el entorno o los medios disponibles; éstos contribuyen, ¡y cuánto!, pero no son determinantes. En las cosas de Dios, la gracia divina es lo que más cuenta; los factores humanos son secundarios. En la actualidad, hay mucha gente con poder, influencia y dinero… mas ¡cuán poco se aplica ese capital para la gloria de Dios y el bien del prójimo!

    Consciente de que el cristiano ha de ser un fiel reflejo de la vida de Nuestro Señor Jesucristo y de su Madre Santísima, Teresa Enríquez fue un admirable ejemplo de fervor, humildad y caridad desinteresada. Supo depositar su corazón en el tesoro más grande que existe en esta tierra: el humilde Prisionero que se esconde bajo las especies del pan y del vino. ◊

    Notas


    1  ENRÍQUEZ DE ALVARADO, Teresa. Testamento hológrafo, 30 de marzo de 1528. In: FERNÁNDEZ, Amaya. Teresa Enríquez, la loca del Sacramento. Madrid: BAC, 2001, p. 83.

    Hna. Mónica Perezcanto Sagone